Nuestra Señora de Malvinas

lunes, 24 de mayo de 2010

El 25 de Mayo, obra de Dios


¿De qué dependen los hechos históricos que desembocan en la formación de una Nación? ¿Qué es lo que mueve a unos individuos a tomar decisiones trascendentales en momentos cruciales de la historia, decisiones que tendrán luego una repercusión que se prolongará por siglos? ¿Por qué se dan determinados hechos, como por ejemplo, la independencia de una nación? Existen teorías de la historia que intentan explicar la historia y sus ciclos por una especie de movimiento ciego, es la teoría marxista de la historia: la historia se explicaría por los movimientos de clases, de unas contra otras, hasta llegar hasta el estado perfecto de la humanidad, el socialismo científico, en donde no habrían más luchas de clases; otros, como Hegel, sostienen que la historia no es más que una continua progresión, por ciclos de tesis y antítesis, hasta llegar a la síntesis final, del espíritu humano en su autorrealización como Espíritu del mundo: los hechos históricos estarían constituidos por movimientos del espíritu humano que busca su auto-realización justamente a través de los hechos históricos.

Unos y otros desconocen la supremacía de Dios Trino, Ser eterno, creador del universo y del tiempo. A pesar de todas estas concepciones ateas, agnósticas, marxistas y liberales, los cambios en la historia no se deben a ningún movimiento ciego ni a ninguna dialéctica originada en el espíritu humano que busca su autorrealización a través de las continuas tesis y antítesis, o procesos dialécticos de superación trascendental; los cambios en la historia –como por ejemplo, el nacimiento de una nueva nación y el nacimiento bajo la cruz del Hombre-Dios y bajo el Manto de la Madre de Dios-, se deben a la voluntad de Dios, Ser eterno perfectísimo, creador del universo y del tiempo; los cambios de la historia se dan y se orientan todos hacia quien se encuentra en el vértice del espacio y del tiempo humanos, a quien se encuentra en el comienzo y en el final de la historia humana: Jesucristo, Señor de la historia, Dueño del tiempo y de la eternidad.
En el caso concreto de nuestra Patria, los acontecimientos decisivos que llevaron a la fragua de la Argentina como una nación católica e hispana fueron guiados, según el parecer de los patriotas de Mayo, como el P. Francisco de Paula Castañeda, por Dios, y no solo guiados, sino causados por el mismo Dios, por lo cual el Día de nuestra Independencia no es sino obra pura y exclusiva de Dios, y por esto debe amanecer cada 25 de Mayo como un día sagrado, que conmemore eternamente los prodigios obrados por Dios en nuestro favor. Dice así el Padre Castañeda: “El día veinticinco de Mayo, ya se considere como el padrón o monumento eterno de nuestra heroica fidelidad a Fernando VII, o como el origen, principio y causa de nuestra absoluta independencia política, es y será siempre un día memorable y santo, que ha de amanecer cada año para perpetuar nuestras glorias, nuestro consuelo y nuestras felicidades”[1]. En un sermón a la catedral, decía: “…el día veinticinco de Mayo es (un día) solemne (…) sagrado (…) augusto y patrio…”; en otra ocasión, decía: “…en este día todos, todos con entusiasmo divino, llenos de piedad, de humanidad y religión, debemos postrarnos delante de los altares, confesando a voces el ningún mérito que ha precedido en nosotros a tantas misericordias. Por nuestra parte, ninguna cosa buena hemos hecho en seis años de revolución; y aun la del veinticinco de Mayo no es obra nuestra sino de Dios”[2].
Postrados en adoración ante Dios Uno y Trino, que se hace presente en los misterios litúrgicos, agradecemos como Nación el tener un día de gloria en nuestro origen, como anticipo de la gloria eterna.
[1] Cfr. Furlong, G., Fray Francisco de Paula Castañeda, Ediciones Castañeda, Argentina 1994, 380.
[2] Cfr. Furlong, ibidem, 382.